Tuesday, March 10, 2020

Tal cómo eres

Nunca doy nada por hecho
Sólo un tonto tal vez da las cosas por hecho.
Sólo porque está aquí hoy, se puede ir mañana
Y creo que es por eso
el porque yo te molesto tanto.

Tú no has cambiado
Tú sigues siendo la misma
Tú eres tan dulce, tan hermosa como siempre
Tú sabes que soy un poco anticuado.
Creo que podrías decirme un poco tradicional porque,
amo las cosas como las que hay entre tú y yo.
Y eso es algo que tu nunca en tu vida
tendrás que preocuparte por mi.
Yo nunca te cambiaré, porque te amo tal como eres.

No cambies para tratar de complacerme
Nunca me has decepcionado antes
No imagines, que estás familiarizada con todo esto
Y que no te veré más
No te dejaría en momentos difíciles.
Nunca hemos llegado tan lejos
Tomé los buenos tiempos, tomaré los malos tiempos
Te aceptaré tal cómo eres.

No intentes nueva moda
No cambies el color de tu cabello
Siempre tienes mi explícita pasión
Aunque parezca que no me importa.

No quiero una conversación inteligente
No quiero volver a trabajar tanto
Sólo quiero a alguien con quién pueda hablar
Te quiero a tí por tú manera de ser.

Necesito saber que siempre serás
la misma que conocí.
¿Cuánto te llevará creer en mi?
De la forma en que creo en tí.

Dije qué te amo y es para siempre
Y ésto lo prometo desde mi corazón
No podría amarte mejor
tal como eres.


B.W.

Friday, February 7, 2020

Polluelo


En una de aquellas tardes frías y sombrías de la gran metrópoli de Frankfurt, mientras Julio recorría sus calles y desembocaba en la popular Zeil, una rambla llena de tiendas y negocios de ropa, yacía en una esquina y abandonado a la muerte fúnebre y con ansias de llevar prisa, un polluelo de paloma gris. Deambulaba él sin rumbo, quizás en busca del nido perdido, nido situado quizás en alguna altura de aquellos grandes edificios que alberga esta gran ciudad.

Era verlo y contemplarlo triste dentro de toda esa multitud que lo ignoraban como si fuera parte del pavimento, como si poco les importaba los chillidos de miedo y terror del pequeño polluelo. Chillidos que se perdían con el viento y la indiferencia de la gente.

Julio no tuvo reparos en buscar una caja de zapatos vieja de algún negocio cercano e introducir al avecilla en esta, después de correr para atraparla y soportar de paso las miradas algo atónitas y de sorpresa de la gente. ¡Ven pendejo, no te escapes!

El polluelo se tranquilizó al sentir la oscuridad de la caja al cerrarse esta y la protección cálida de las paredes de cartón. Esta sería su morada para las próximas semanas.

Se le bautizó “El Pollito”. El llegó a su nuevo hogar, una pequeña habitación en el distrito de Westend. Se le colocó su nueva morada  cerca de la calefacción antigua con la intención de abrigarlo y alargar su vida que dependía de horas. Pudo finalmente reaccionar y picar algunas verdurillas y migajas de algún pan seco que no faltaba en el estante.

Pasaron una, dos semanas…, Pollito se luchó la vida entera. Y Julio, se luchó la limpieza diaria también.  Excremento, deposición, mierda, porquería y suciedad a lo largo del camino que conducía al camastro y los "ambientes". ¡Me llegas huevón, p..ta maaa otra vez a pasar trapo! Por fortuna no volaba aún. La avecilla perdonó el camastro de Julio y no los cagó.

Transcurrían los días y por ende también llegaba la hora de dejar el nido querido y al padre. El polluelo se había puesto fuerte, estaba robusto y vigoroso. Aleteaba sus alas de manera enérgica e impetuosa, volaba ya y su refugio-casa le resultaba muy minúsculo. Cómo recordaba Julio los tallarines rojos de pichón que preparaba su querida abuela en las serranías heladas. 

Sin duda, junto a la dicha y algarabía, y el orgullo de haber vencido a la muerte; al mismo tiempo la tristeza y la pena invadían a Julio, que consideraba a la avecilla su gran amigo y compañía.

Y es así como una tarde decidió marcharse para siempre, no sin antes voltear para quedarse en silencio y regalarle a Julio una mirada. Caminó hacia la única ventana, su ventana inseparable donde solía pasar la mayor parte del tiempo, mirando el invierno pasar, contemplaba el cielo y la lluvia. ¿Vió pasar quizás a sus padres y hermanos, lo volverían a reconocer? Nada lo contuvo. Estaba decidido.

…Se marchó en silencio y a otros cielos, dejándole a Julio la compañera soledad.

¡Salud! Avecilla compañera, dónde quiera que estés.

La ventana, 
se volvió a cerrar.


4JC